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Judeocristianismo

el puente entre el judaísmo y el cristianismo

Cuando los aviones atacaron las Torres Gemelas el 11 de septiembre 2001 comenzó una nueva época en nuestra historia. Muchos americanos tenían que enfrentarse a las repercusiones de conflictos que tienen sus orígenes en lugares muy lejos de su país. No nos podríamos permitir el lujo de quedarnos ignorantes de la historia mundial, de la geografía, de problemas en países cuyos nombres apenas podíamos pronunciar. Sobre todo muchos de nosotros llegamos a ser conscientes del papel que tiene la religión en estos conflictos, a menudo alimentarlos e intensificarlos.

También muchos empezaron a leer libros y a tomar cursos en el Islam. He tomado esos cursos y leí el Corán. Y me percaté de algo que me asustaba.

Encontré en el Corán un énfasis fuerte en la creencia - aun hasta el punto de que Dios condena a los no creyentes al infierno. Me impresionó mucho la semejanza a lo que creen los fundamentalistas de mi propio país. Tanta gente cree que Dio nos juzga y a menudo nos condena - absolutamente e infinitamente - según lo que creemos. Pero esta es la cuestión: ¿Cuál Dios? Debo seguir el Dios que me condena por no ser musulmán, o debo seguir el Dios que me condena por no ser cristiano? ¿Y de veras son diferentes estos dioses?

Si la religión, cuya intención es expresar y guiar nuestras más profundas aspiraciones espirituales, nos conduce a tal intolerancia, esa religión ha fracasado. El Dios compasivo que profesamos no podría ser capaz de abandonar a tanta gente sin ninguna esperanza de perdón o de redención - sobre todas las personas sinceras y bondadosas cuya única culpa era no haber descubierto la cosa correcta en que creer. Tenemos que reexaminar nuestras tradiciones religiosas para encontrar el verdadero y compasivo Dios escondiéndose detrás de doctrinas y teologías oscurantistas. Para nosotros del Occidente esto significa reexaminar las raíces de ambas tradiciones, judía y cristiana, y la conexión entre las dos.

Los agresores de 11/9 fueron inspirados por una ideología religiosa absolutamente intolerante. Determinar cómo deberíamos responder está fuera del alcance de este proyecto. Nuestro asunto es asegurar que nuestra propia casa esté limpia. Ya que hemos experimentado la destrucción a la cual la intolerancia religiosa nos puede conducir, necesitamos asegurar que nuestra propia religión esté libre de prejuicios semejantes. Cuando los vemos juntos y unidos, el judaísmo y el cristianismo nos hablan de un Dios verdaderamente universal, bondadoso y lleno de amor, y que nos exige que cumplamos con ciertas normas éticas y que nos da la fe para enfrentar los desafíos de la vida.

Sin embargo, no podemos dar por sentado este entendimiento de Dios. La intolerancia religiosa ha llegado a ser una fuerza cada vez más divisiva en el mundo. Podemos fortalecer nuestra sociedad por desarrollar nuestra resistencia a esta intolerancia. Tenemos que examinar nuestros valores, desarraigando cada vestigio de intolerancia que podría hacernos parecidos a los ideólogos que están tratando de destruir nuestra cultura. Podemos hacerlo, porque los valores básicos de la tradicíon judeocristiana incluyen la tolerancia, la justicia, y el amor. Estos valores claves no fueron evidentes en el principio; han evolucionado durante el transcurso de muchos siglos. La Biblia Hebrea (normalmente conocida como el “Antiguo Testamento”) nos enseña el amor del extranjero, y su tradición profética culmina en una visión universalista. En el Nuevo Testamento Jesús nos enseña que el amor de Dios se extienda a cada uno sin hacer caso a su religión o a su grupo étnico, y que es preciso cruzar las fronteras y tenderles la mano a los que son diferentes de nosotros.

Nos hemos alejado mucho de estos valores. Nuestras tradiciones espirituales se han separado. Hoy día nuestras religiones comprenden muchas confesiones y hablan con muchas voces diferentes. Esta diversidad es una fuerza. Sin embargo es necesario reconectar las verdades profundas de nuestras grandes tradiciones religiosas, específicamente la judía y la cristiana, para que podamos sentir el poder de la visión que originalmente las inspiró.

Los Estados Unidos es conocido como una sociedad “judeo-cristiana”. ¿Qué significa esto? ¿Quiere decir simplemente que hay aquí gente judía y cristiana (y no digamos ya los miembros de otros grupos religiosos)? ¿Entonces por qué la palabra compuesta? Debe ser un vínculo entre el judaísmo y el cristianismo, entre judíos y cristianos, el cual hoy día podemos identificar con más claridad que en cualquier otro período histórico. Las tradiciones judía y cristiana tienen en común algo con el potencial para unirnos a pesar de nuestras diferencias y que subyace en los valores éticos fundamentales de nuestra sociedad.

En los EEUU existe una separación entre Iglesia y Estado, la cual nos ayuda a prevenir abusos religiosos, preservar la tolerancia entre religiones y mantener la fortaleza de la sociedad. Esto no debe cambiar. Sin embargo me pregunto: ¿Qué sucedería si nos tomásemos más en serio el aspecto “judeo-cristiano” de nuestra historia cultural? ¿Qué conexiones escondidas podríamos descubrir? ¿Qué tipo de espiritualidad podría desarrollarse?

Podemos tener en cuenta lo siguiente: Primero, Jesús era judío y se debe entender en su contexto judío original. No pensaba establecer una nueva religión. De hecho muchas de sus enseñanzas cuadran muy bien con la tradición de los profetas hebreos, y especialmente con el profeta Isaías, su mentor espiritual. Isaías y Jesús tienen en común estos temas:

Si no hubiera existido Isaías, no habría habido un Jesús.

Por supuesto esto no es todo lo que enseñó Jesús, y vamos a considerar otras implicaciones de sus enseñanzas en otros artículos. Si Jesús solamente hubiera repetido lo que antecedió, no haría falta su propia vocación profética. Sin embargo el hecho de que tantas enseñanzas suyas sigan directamente las de los profetas anteriores nos hace preguntar:

¿Qué habría pasado si Jesús hubiera sido aceptado como profeta judío?

No es lo mismo preguntar: ¿Qué habría pasado si los judíos hubieran aceptado a Jesús como hacen los cristianos? No me atrevo a presentar una elección entre el judaísmo y el cristianismo, sino solamente preguntar cómo podríamos entender la Biblia si consideramos a Jesús como la continuación e incluso la finalización de la profecía hebrea. ¿Podríamos entender que Jesús no estableció una religión nueva sino transformó su propia religión que ya existía? Esta pregunta es un desafío para ambas religiones, el judaísmo y el cristianismo.

También se presenta una idea que quizá nos parezca extraña: la posibilidad de ver la Biblia entera (el “Antiguo Testamento” o la “Biblia Hebrea” y el “Nuevo Testamento” juntos) como un todo integral. Este punto de vista se diferencia del judaísmo tradicional que acepta solamente la Biblia Hebrea, y también del cristianismo tradicional que considera el “Antiguo” Testamento solamente como introducción al “Nuevo” que lo reemplaza. Esta “continuidad bíblica” es una extensión de la idea que las profecías de Isaías y de Jesús se pueden ver como algo continuo. Pueden ser razones más profundas de las que son evidentes a primera vista por qué los dos “testamentos” están frecuentemente yuxtapuestos. La continuidad profética - el enlace entre Isaías y Jesús - ejemplifica la continuidad bíblica - el enlace espiritual entre los dos testamentos.

La continuidad no es repetición. Las enseñanzas de Jesús continúan la profecía hebrea y la llevan más adelante. Aquí tenemos unas enseñanzas claves de Jesús que extienden la tradición:

El amor sin interés propio tiene sus raíces en las escrituras hebreas, pero Jesús señaló específicamente este amor y lo hizo el centro de sus enseñanzas. Este amor constituye el camino hasta la relación íntima con Dios. Todos los que lo buscan, no importa su grupo de origen, sabrán que están incluidos en esta relación y que recibirán como una herencia el reino de Dios.

Hacen falta unas explicaciones, porque no es fácil captar el mensaje de Jesús sin entender la estructura de la Biblia en sí.

Aquí nos encontramos con una dificultad. La obra de los especialistas en textos bíblicos ha cambiado radicalmente la manera de que entendemos los textos sagrados. Mientras los fundamentalistas se adhieren a lo que creen una interpretación completamente literal de la Biblia, muchos otros igualmente devotos no lo hacen. Hoy día tenemos más conciencia de que las palabras, las costumbres, los conceptos y los acontecimientos han tenido sentidos diferentes en tiempos diferentes. También entendemos que el contexto histórico influencia mucho la manera de cómo se debe interpretar un texto.

El problema es que muchas veces los expertos están en desacuerdo. Incluso las investigaciones más modernas no nos pueden decir el sentido “verdadero” del texto. Muchas cuestiones como “Cuáles de los acontecimientos que nos cuenta la Biblia realmente ocurrieron?” o “Cuáles de los dichos de Jesús son auténticos?” tienen su lugar en el empeño de descifrar el sentido del texto de la Biblia. Sin embargo el asunto es controvertido, porque si hay un experto que dice una cosa, casi siempre es posible encontrar otro experto que dice el opuesto. Por lo tanto las indagaciones de los especialistas no pueden servirnos para guía ni a la certeza ni a la fe.

No obstante no podemos permitirnos pasar por alto lo que nos dicen los especialistas. Ellos nos proporcionan información imprescindible sobre el contexto histórico y cultural de estos textos sagrados. Nos dan unas pautas para evaluar la credibilidad de nuestras interpretaciones, y su obra nos ayuda a resistir la tentación de sustituir nuestras invenciones por la intención verdadera de las escrituras.

Por lo tanto necesitamos vivir con la tensión de aceptar la Biblia como es, y por otro lado modificar nuestro entendimiento del texto según los descubrimientos de los especialistas. He encontrado útil aceptar la Biblia como la tenemos, como un todo orgánico. No obstante no soy literalista. Aunque la Biblia no puede ser cien por ciento cierto históricamente, es cierto simbólicamente. La Biblia ha durado tanto tiempo porque expresa verdades profundas en forma simbólica.

Uno de los símbolos más poderosos de la Biblia es la historia que contiene, cuyo significado se extiende más allá de los acontecimientos específicos. La Biblia es una obra inspirada que se ha desarrollado a lo largo de muchos años. Las partes de la historia bíblica - los amores, los odios, las guerras y la política - son todas experiencias parecidas a las nuestras, pero la manera en que la Biblia las utiliza nos conduce a verdades profundas. No es por casualidad que ciertos libros y no otros forman parte de la Biblia. Cada una de sus partes contribuye de una manera grande o pequeña a su sentido general. Esto es verdad a pesar de que la Biblia consta de obras diferentes por escritores que no podrían haberse conocido porque períodos largos de tiempo y de espacio los han separado.

Las enseñanzas de Jesús no rompen con la tradición de los profetas hebreos; al contrario la conducen a su conclusión lógica. La capacidad de ver la tradición de esta manera transforma nuestro entendimiento de la fe. Muchas veces la fe se identifica con la creencia: en “milagros” o en doctrinas específicas como por ejemplo la divinidad de Jesús o el alumbramiento virginal. Estas creencias son sagradas para muchas personas y las debemos respetar.

Sin embargo, como la Biblia nos muestra claramente, la fe debe ser mucho más que mera creencia. Hay una gran diferencia entre el acto mental de aceptar una proposición (lo que normalmente quiere decir “creer”) y la profunda transformación interior que es la esencia de la fe de la Biblia. Si la fe equivale a la creencia, querremos defender nuestras creencias. Y defendiéndolas la tentación es atacar las creencias de los demás. Por eso la religión ha sido una fuerza muy divisiva y destructiva a lo largo de la historia.

En vez de basar la fe en las creencias, la fe se puede basar en un principio. Ya hemos hablado de la relación especial entre Dios y su pueblo. El principio básico de la fe que es implícito en la Biblia es el siguiente:

La manera más segura de entrar en la relación especial con Dios es dedicarnos a seguir lo mejor que podamos el ideal del amor sin interés propio. Así podemos saber que esta relación nos incluye y que la presencia de Dios hace un papel especial en nuestras vidas.

Esto es el mensaje central de la Biblia expresado en un solo párrafo. Una vez que lo entendemos, no necesitaremos defender una creencia contra otras. A Dios no le importa que uno sea judío o cristiano o musulmán o budista o hindú o ateo. La relación con Dios de la que habla la Biblia está abierta a todos. Lo que a Dios le importa es el corazón, y lo que está en el corazón no viene determinado por nuestra filiación religiosa.

No estoy pidiendo a los cristianos que renuncien a su cristianismo ni a los judíos que renuncien a su judaísmo ni a cualquier otra persona que adopte alguno de ellos. Todos podemos apreciar este enfoque de la Biblia y las enseñanzas proféticas. Y todos podemos entrar en esta relación con Dios por dedicarse a la realización del amor sin interés propio - un desafío más grande que nos aparece a primera vista. Nadie está obligado a aceptar nada sin el permiso de hacer preguntas. Si este enfoque de la fe es válido, se demostrará en la vida individual de cada uno que se entrega a su realización y a su práctica.

Este enfoque de la fe se llama “judeocristianismo.” No es una nueva religión sino una manera de identificar el punto común entre el judaísmo y el cristianismo, y lo que ambos nos pueden enseñar sobre la fe. La misión de Jesús no fue establecer una fe nueva y distinta sino extender su propia fe el judaísmo hasta una fe universal basada en el amor, la justicia y la tolerancia.

Estos tiempos en que estamos viviendo pueden desafiar la fe de todos nosotros. La fe que está basada en la creencia puede fallar si nuestras creencias chocan con nuestras experiencias. Necesitamos una fe que puede sostenerse a pesar de nuestras peores experiencias. Tal fe nos puede ayudar a resistir el miedo y la desesperanza. Por lo tanto este enfoque de la fe es existencial; es decir, se puede probar en nuestra existencia, en la vida como la vivimos con todas sus incertidumbres. No hace falta ninguna creencia específica. Sin embargo, esta fe nos pide la dedicación.

Tendremos que considerar muchas preguntas no fáciles: ¿Qué es la fe? ¿Qué es Dios? ¿Qué es la oración? ¿Por qué necesitamos la fe? ¿Puede ser demasiado tarde para adquirir la fe? ¿Por qué sufrimos? ¿Qué sentido puede tener Dios en un mundo que sufre?

Las preguntas más difíciles son exactamente las que necesitamos plantear. El impulso de hacerlas indica que la necesidad de la fe verdadera es más grande que nunca.